sábado, 3 de noviembre de 2012

411

Nadie decía nada, de vez en cuando hablaba pero mi única respuesta era el silencio. Las cuatro sentadas, mirando hacia el mar, estaba oscuro, todas mirábamos el agua, yo tenía la impresión de que cada una estaba reflexionando en su cabeza sobre sus errores, sobre sus preocupaciones, lo que les iba mal. Todas teníamos la mirada perdida, a veces nos mirábamos pero nadie decía nada. Hasta que una rompió a llorar, y lo único que puedes hacer es abrazarle porque sabes que las palabras sólo harán que llore más, y verla llorar te hace ponerte mal a ti también. Después de un rato, vuelves a mirar al mar, y te preguntas en que te has convertido, que ha pasado con todo, sabes que no has hecho las cosas bien, y te sientes culpable, porque sabes que lo eres. Y piensas que deberías cambiar, sabes que debes hacerlo, que quizás lo mejor sea irte, pero no puedes, entonces te das cuenta de que esto tiene que cambiar antes de que sea tarde.

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